Este es un libro de conclusión. Con estas páginas, Ignacio Escuín cierra una trilogía (Pop, Couleur, y ahora Americana) con la que consolida y finiquita una particular vía de expresión. Americana es un lugar donde la poética social no se disfraza de sí misma, se transmuta en reflexión vital, sin adoctrinamientos ni perversiones líricas.

Este poemario nos trae de vuelta después de retozar por el techo del mundo y saber dónde se ubica la gloria, la fastuosidad de lo inmortal pero también el peregrino hábitat que nos fagocita. Aquí quedan las palabras del que regresa, del que acude cansado en busca de silencio, del que ha visto lo inmenso y lo perverso del país que todo lo puede y lo cuenta lúcido, despejado, sin intención alguna de alcanzar la redención.

Poema VIII

Les aprietan tanto las faldas porque sus caderas han de alojar al próximo dueño del mundo. Pisan tan fuerte esas aceras que se siente poderosas y les excita mucho que los demás lo sepan, y lo sabemos, vaya si lo sabemos, vaya si sabemos su secreto. Su secreto es el dinero, a raudales lo tienen, a puñados lo quiero para plantarme delante de una de ellas y decirle: “el próximo dueño del mundo llevará mi sangre”.