El pragmatismo de Richard Rorty ha contribuido al resurgimiento del debate sobre el papel público de la filosofía. Más que proclamar el final de ésta, y lejos de pretender su mera reforma académica, Rorty invita a una transformación de la filosofía por ella misma. Aprender el carácter instrumental de las ideas, cuando su centro de interés lo ocupan las cuestiones prácticas, es también colaborar en la transformación del mundo. Rorty propone abandonar el intento de que la política y sus metas sean guiadas por la filosofía (que establecería la verdadera naturaleza de la realidad) en favor de una política democrática, concernida por las vidas reales de los ciudadanos en su contingencia. Las entrevistas aquí reunidas por primera vez ocupan un espacio de tiempo de dos décadas (entre 1982 y 2001, esta última acerca del 11 de septiembre) y tuvieron lugar con ocasión de la publicación de alguno de los libros del filósofo o a raíz de acontecimientos políticos determinados. En ellas se pone de manifiesto el interés moral que guía el pragmatismo de Rorty: «Mi lema es que si cuidamos la libertad, la verdad se cuidará a sí misma». Las entrevistas revelan a un Rorty singular e inesperado, el menos conocido también por sus detractores y críticos. Lejos de autorizar la acusación de frivolidad ética a menudo dirigida contra él, en ellas Rorty aparece involucrado en la vida política de su país desde una visión profundamente moral y responsable de la tarea que le cabe cumplir al filósofo en la esfera pública. A la vez, estos textos presentan a un pensador elocuente y preocupado. Con humor e ironía, pero sin sarcasmo, Rorty traduce las teorías de los grandes filósofos occidentales en mitos que deben ser abandonados.
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