Procne y Filomela, golondrina y ruiseñor, hablan -veladas por el tapiz multicolor de la mitología- de un terror y un sufrimiento más reales de lo que puede describirse en pensamiento prosaico: dos hermanas que se aman por encima de todo, engañada salvajemente una, violada y mutilada la otra, son capaces de llevar a cabo una venganza brutal, a la altura de su agravio. Dos mujeres que se vuelven pájaro, porque ser animal (y volar, tal vez) es la única manera de soportar un sufrimiento causado a partes iguales por terceros y por ellas mismas.El dormitorio de las golondrinas es un espejo roto en cuyos pedazos se reflejan fragmentos de una y de un millón de mujeres que podrían llegar a tener el rostro de un pájaro, o de Procne o de Filomela.Multiplicidad y unidad, disgregación y unión, rabia y serenidad, ironía y distancia, amor y odio en múltiples figuras, colores, escenas y metros, habitan estos versos, como en un abigarrado tapiz que alguien, en alguna parte, teje para gritar alto.
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