Durante los primeros meses de 1945, las vanguardias del Ejército Rojo se detuvieron en la orilla este del río Óder, última barrera geográfica de importancia que les separaba de su objetivo final: la capital del Reich. Ambos bandos eran conscientes de que la batalla que se avecinaba sería decisiva, y en la otra orilla un ejército alemán, dispuesto a impedir la invasión del suelo patrio, se preparaba para una defensa a ultranza. Con este objetivo, las fuerzas germanas mantuvieron algunas cabezas de puente en la orilla este del Óder, como las creadas en Schwedt, Zehden o Eberswalde, que sirvieran para lanzar contraataques capaces de hacer retroceder al enemigo. En dichos escenarios, así como en las colinas de Seelow, que dominaban el valle del río, combatieron dos unidades paracaidistas cuya organización y actuación queda detalladamente testimoniada en las páginas de este libro.