Antes que afirmar una serie de doctrinas, ser cristiano es implicarse sin reservas en responder al Dios de Jesús de Nazaret. Al imitar a su Maestro y bajo la asistencia del Espíritu, los seguidores de Jesús pueden colaborar en el alumbramiento de una nueva creación ya aquí en la tierra. Únicamente de ese modo la ética cristiana cobra pleno sentido y alcanza su finalidad. Este libro recorre el Nuevo Testamento en compañía de tres conceptos clave de la ética de Aristóteles: la felicidad, la virtud y el amor, para elaborar una gramática básica que permita introducir al lector actual en la ética cristiana. Estas son las afirmaciones que orientan el camino. Primera: cuando el Dios trino aparece en el horizonte, resulta más fácil comprender que la existencia tiene una finalidad: participar con toda la familia humana en ese proyecto de «felicidad» llamado Reino de Dios. Segunda: al no ser la felicidad algo exterior a nosotros, es la práctica de las «virtudes» la que produce la transformación personal. Tercera: el proyecto del Reino convoca a vivir el «amor» con otros. Un modelo real es la comunidad fraterna llamada Iglesia, cuya vocación consiste en ser un «hospital de campaña» para todos los necesitados de esperanza.
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