En un tono coloquial, junto con ciertas insistencias y la frecuente transición entre los pasajes expositivos y exhortaciones espirituales, el autor se propone plasmar "la vida de Cristo", ejemplar divino y, al mismo tiempo, accesible para la vida cristiana, que se ha manifestado a nuestras miradas mediante los estados y misterios, las virtudes y las obras de su gran humanidad: A través de dos conferencias preliminares nos muestra de qué manera los misterios de Cristo son nuestros, y cómo podemos, de modo general, asimilar sus frutos. Para comprender bien el valor trascendente de dichos misterios, es necesario considerar antes a aquél que los ha vivido por nosotros. Por eso, en la primera parte se explican los rasgos esenciales de la persona de Jesús. La segunda parte está consagrada a la contemplación de los misterios del Hombre-Dios. Finalmente, con los datos que nos suministran los Evangelios y los textos litúrgicos, el autor ha procurado probar la realidad a la vez divina y humana de estos misterios, marcar su importancia e indicar su aplicación al alma del creyente.
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