La cibercultura, denominación de una realidad mucho más cotidiana de lo que podemos imaginar, se manifiesta en la ubicuidad y vulgarización del uso de los ordenadores, las aplicaciones informáticas y las redes de comunicación electrónica en docenas de actividades de nuestra vida profesional y privada. Sería aventurado pensar que todas estas transformaciones no estén afectando al sistema literario. Uno de los retos más urgentes que han de afrontar los estudios literarios y las Humanidades en general, es la observación y crítica de estos “cambios” y el análisis del sentido de los mismos. La literatura siempre se ha nutrido de los materiales y discursos que rondaban sus fronteras canónicamente establecidas. Así lo demuestra la historia de las relaciones entre los discursos y formas de textualidad consideradas como literarias y las distintas tecnologías que se han ido superponiendo como medios de transmisión y creación cultural y artística. Hay no pocas preguntas y problemas cruciales que la reflexión teórica y comparatista deben afrontar si pretenden mantener cierta relevancia en el ámbito de las ciencias humanas y sociales en la era de la globalización: ¿Qué tipo de sujeto social se está conformando en el nuevo contexto comunicativo? ¿qué nuevas formas de textualidad literaria están alumbrando los espacios mediáticos digitales? ¿qué está sucediendo con la memoria o cuáles son las nuevas formas de percepción del cuerpo o de las diferencias de género sexual? ¿qué uso se está haciendo de estos medios en el terreno educativo?
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