Al afirmar que la vida es explotación e injusticia, ¿no justifica Nietzsche los sistemas sociales de opresión y de desigualdad? ¿Cómo fundar sobre esos postulados una concepción de la justicia, del derecho y del orden social que guarde cierta coherencia o que no sea la justificación de prácticas inaceptables?

Nietzsche reclama que su lector se quede rumiando y que no emita un juicio precipitado a partir de ciertas fórmulas tentadoras e inquietantes, concebidas precisamente para apartar al "débil" de los caminos en los que se extraviaría. Paul Valadier nos propone aquí que sigamos los meandros del laberinto, invitándonos a no hacer a un lado las preguntas que se plantea Nietzsche en materia de justicia y derecho: ¿Y si la igualdad, que consideramos, evidentemente, como el "summum" de la moralización de las relaciones sociales, fuera su más fiel sepulturero?¿Y si el derecho que intenta asegurar la armonía social y la convivencia matara la vida y difundiera el caos, la violencia y la muerte?

El hecho de negarse a prestar oído a estas cuestiones nos haría partícipes de la enfermedad moderna de la identificación con lo que se considera verdadero y, por lo tanto, nos impediría mantener la distancia necesaria. Nietzsche no propone una doctrina a tomar o a dejar; sino que invita a que el lector "metamorfosee" su punto de vista para ver las cosas de una manera menos unilateral y más creadora.