Desde los tiempos más remotos, el ser humano ha sentido la necesidad de forjarse un mundo ideal, dotado de un gobierno justo y en el que la vida discurriera plácidamente sin guerras, con el perfeccionamiento individual en el trabajo, en las artes, ciencias y en todo lo que contribuyera al progreso. Esa época dorada, que su recuerdo estuviera en el acervo romano o el Paraíso Perdido cristiano, lo plasmó Tomás Moro (1478-1535) en su obra Utopía (del griego, no hay lugar) nombre que ha quedado para designar algo inexistente o imposible de realizar. La más famosa anterior, había sido La República de Platón. En cuanto a las posteriores llegan hasta nuestros días, transformándose en antiutopías que reflejan el estado negativo al que ha llegado el ser humano con sus ensayos en pos de Un mundo feliz o del terrorífico 1984, con el omnipotente Gran Hermano.
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