Este breve ensayo biográfico sobre la figura de Vespucio fue escrito por Stefan Zweig en 1941 y publicado de manera póstuma. En él, se reconstruyen todas las circunstancias, casualidades, malentendidos y, ¿por qué no?, alguna pizca de astucia por las que el nombre de Américo Vespucio quedó inmortalizado. Zweig se refiere a un error histórico en cuanto a la atribución del nombre América al continente, dado que no fue descubierto por Vespucio, ni siquiera fue el primero en pisar tierra firme ni en divisarlo por primera vez. A través de todo el relato histórico desde Colón y Caboto en adelante, Zweig se inmiscuye en curiosidades de la historia, fiel a su estilo. Según cuenta, la atribución del nombre América surgió de una triquiñuela del propio Vespucio en documentos oficiales en los que él declara haber sido efectivamente el primero en llegar (aunque hay documentos oficiales, nos aclara Zweig, que demuestran lo contrario). Después de todo, quien descubrió América pero no la reconoció fue Colón y quien no la descubrió pero fue el primero en reconocerla fue Vespucio.
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