Antes de mi partida, me habéis exigido palabra de escribiros, no una carta, sino tres o cuatro volúmenes de ellas. Tenéis razón; conocéis mi carácter ardiente y decidido, tratándose de las cosas más importantes, indolente cuando de las leyes se trata, amigo de dar; pero jamás amigo de dar poco. Ofrecí, y ya lo veis; a mi llegada a Bayona, comienzo a cumplir mi promesa.No quiero pareceros modesto, señora; así que no me propongo disimular que las cartas que os dirija desde hoy, deben ver la luz pública. Confieso con la indiscreta franqueza, que según el carácter de aquellos que me rodean, me proporciona en unos tan buenos amigos, como encarnizados enemigos en otros; confieso, digo, que las escribo en esta convicción; pero ella, creedme, no alterará cosa alguna en la forma de mis epístolas. El público, en los 15 años que llevo con él de relaciones, no me ha abandonado en las diferentes sendas que he recorrido, y a veces trazado; me ha seguido por medio de este vasto laberinto de la liter
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