La gaviota, Las tres hermanas y El tío Vania nos muestran la decadencia de la alta sociedad rusa justo en el momento previo a su gran caída. En esta situación, los personajes, que se saben unos privilegiados a punto de sumirse en el caos, reaccionan de muy diversa forma según su personalidad: misantropía y escepticismo en aquellos espectadores más lúcidos y sensibles, tedio e incapacidad de reaccionar en los más frágiles. Las historias que entretejen, de desamor, abandono, decepción y dolor frente a la existencia, siempre se tiñen, sin embargo, de ternura y comprensión, lo que los hace seres muy parecidos a nosotros. Perfiles psicológicos de una gran sutileza dibujan con deslumbrante penetración el universo profundamente humano de un humanista nostálgico, el escritor y médico Anton Chéjov (1860-1904), uno de los autores dramáticos más sobresalientes de la literatura rusa, que abrió el camino al teatro moderno, anticipándose en medio siglo a autores como Beckett.