Se llama Remedios. Durante mucho tiempo fue, simplemente, una anciana más: tenía un rostro apacible, lleno de arrugas, y una tierna sonrisa. Hasta el día que vieron cómo se acercaba a una niña, le daba un beso… ¡y la succionaba hasta hacerla desaparecer!

Nació en una isla. De ahí que, desde pequeño, le guste tanto mirar al mar. También desde pequeño le apasiona la poesía. La primera que escribió fue para pedir perdón a sus padres por raparse la cabeza al cero. Funcionó. En ese instante se dio cuenta de que la poesía puede cambiar el mundo (si cambió el ceño fruncido de su madre, podía cambiar cualquier cosa). Es escritor de poesía, de cuentos y de alguna novela. Además tiene la costumbre de contar las cosas que escribe (y las que otros han escrito o contado en algún momento) en espectáculos de narración oral. Cuenta historias en bibliotecas, en colegios, en ferias del libro y, en definitiva, en cualquier lugar donde haya alguna oreja dispuesta a escuchar. Tanto en su literatura como en la vida, cree en el humor, en las posibilidades de la fantasía y en la belleza de lo cotidiano.