La autonomáa profesional puede ser interpretada como una demanda de los enseñantes para conseguir mayores cotas de independencia en sus decisiones, menos control burocrático por parte de las administraciones públicas; pero también, y casi con los mismos argumentos, puede usarse para reclamar una menor intervención de las familias y de la sociedad en general, en un asunto que deben resolver los profesionales. Valiéndose de esta misma expresión, los poderes públicos están renunciando a asumir responsabilidades poláticas en educación, traspasándolas a los docentes quienes, desde su individualidad y desde sus centros aislados, deben dar respuesta a las necesidades educativas del alumnado y a los intereses (variados, pero también desiguales) de las familias. Como respuesta a esta confusión y a sus usos interesados, en este libro se aborda el significado educativo que deberáa tener la autonomáa profesional, mostrando las deformaciones ideológicas a las que se presta su uso y rescatando un significado para la misma que no suponga ni un corporativismo profesional, en donde se niegue la intervención social en la educación, ni el abandono polático del profesorado y las escuelas.
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