Las damas se encuentran ya en sus carruajes y literas, dispuestas para el largo viaje. Los caballeros terminan de ensillar sus caballos, que piafan, nerviosos, conscientes de que se acerca el momento de la partida. Los últimos baúles de maderas preciosas están siendo cuidadosamente colocados sobre las mulas. Llevan el ajuar de la infanta: largos vestidos de lino, sedas y encajes, pieles suaves y cálidas elegidas con cuidado para soportar el frío de la nueva patria, libros piadosos para los largos días de invierno en los que resulta difícil pasear, su copa ornada con coloridas piedras preciosas, sus joyas, sus hilos de perlas, alfileres para sus tocados, cofias, velos y capas, pues, como mujer casada, tendrá que cubrirse la cabeza en señal de modestia. En una caja especial, se encuentra la cítara, con la que acompaña el canto de dulces poemas de amor, tanto en provenzal como en catalán.