A muy pocas cosas estaba Rudolf Steiner unido de manera tan profunda y con todo su ser como a la creación y conclusión de la Escultura grupal del Representante de la Humanidad entre Lucifer y Ahriman. A causa del incendio provocado en la víspera de Año Nuevo de 1922/1923, no pudo ser éste colocado en su lugar determinado, en la parte este de la pequeña cúpula del primer Goetheanum.

Indudablemente, una de las tareas principales de Rudolf Steiner fue traer una imagen realista de Cristo a la Tierra para dar consuelo y apoyo a todo ser humano que lo busca. El manantial prístino desde donde fue creado este aspecto físico se hallaba en el Yo de Rudolf Steiner mismo, en su espíritu. «Así veía Rudolf Steiner el semblante de Cristo en su espíritu, según sus palabras», recordaba Albert Steffen posteriormente una conversación con él. Y sólo por esta unión intuitiva de su yo con la Entidad-Cristo pudo Rudolf Steiner crear esta obra de arte.

Ante esta representación de Cristo, única en su género y hasta hoy por nadie superada ?aunque no pudo ser concluida? estamos hoy.

Y porque esta obra de arte queda inseparablemente unida con el destino de Rudolf Steiner, esta Escultura del Representante de la Humanidad ?que hoy se halla en un recinto especial en el Goetheanum? es su legado espiritual para nosotros, sus alumnos, la cual nos exhorta en fidelidad y perseverancia en la consumación de las tareas futuras que el gran Maestro nos ha transmitido a través de su cometido dado por Cristo para la humanidad.