La repetición en la experiencia analítica, reformulada como lo ha hecho Jacques Lacan enLos cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, deja planteada la cuestión en los términos tique y autómaton, extraídos de La física aristotélica. Por nuestra parte, desde hace un tiempo, a raíz de una investigación que se ha iniciado en la universidad y que continuamos en otros ámbitos, hemos llegado a la idea de considerar a la tique, ese particular tipo de causa por accidente que le ocurre a un ser capaz de elección, como a la complicidad de ser hablante con el azar. Ello significa que la repetición propiamente tíquica es aquella en la que el analizante, para devenir como tal, asume al menos una responsabilidad: la de encontrarse en lo que dice, aun cuando sus dichos difieran de la intención anticipada. Más aún, precisaríamos mejor el punto si extendiéramos la responsabilidad en cuestión no sólo a lo que dice, sino a lo que escucha, más allá de quién lo diga -si él o el analista- y más allá, incluso, de que eso escuchado haya formado parte de los dichos efectivamente pronunciados. Como podemos notar, reconocerse o no en la estructura es una cuestión electiva, y si la moneda cae de lado analizante -y no del lado enfermo o del lado paciente- eso implica una posición cómplice del hablante con aquello que lo ha tomado por sorpresa. Ésta y no otra condición es la que permitirá al analizante revisar sus posiciones de sujeto, pudiendo hacer uso de la potencia des-identificatoria que le brinda el dispositivo analítico, a condición de que cumpla libremente la regla fundamental. Condición no tan libre después de todo.
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