A pesar de que se han escrito miles de libros y artículos sobre esta organización económica, una de las instituciones más extraordinarias en la historia del ser humano por su notable longevidad y capacidad de adaptación, el autor de esta obra nos invita a una de las cuestiones irresueltas más fascinantes de su existencia. Si nos detenemos por unos instantes en un paréntesis de su historia, el que comprende dos famosas y polémicas sentencias judiciales del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, dictadas en los años 1883 y 2010, que establecieron que las empresas son “personas”, nos aproximaremos mejor al reto que nos plantea Raúl Baltar. Porque en este hiato temporal, en el que se acumulan numerosos debates y normas sobre la empresa, sobre la realidad o inexistencia de esa personalidad paralela al ser humano, se ha debatido poco sobre los efectos de esa extraña costumbre de atribuir a la empresa características típicamente humanas.