Léon Bloy (1846-1917), polemista incómodo, ha sido caracterizado por Antoine Compagnon como el último de los escritores antimodernos. Esta corriente literaria aparece a finales del siglos XIX y se prolonga en el XX, y se puede considerar como una de las voces de malestar del fin de siècle francés que, junto a otras como simbolistas y decadentistas, componen el abigarrado panorama artístico de la época. Los antimodernos se definen por su crítica a la ideología progresista y a los cambios tecnológicos que consideran negativos, contrastando con la mayoría, en muchos casos estos escritores son católicos y monárquicos, si bien innovadores en su arte. Léon Bloy, cuya juventud fue atea y afín a la Comuna, entró en este mundo de la mano del escritor frenetista Barbey d’Aurevilly quien le inició en obras de contrarrevolucionarios como Joseph de Maistre. Compartió su visión del mundo con los simbolistas Joris-Karl Huysmans y Auguste de Villiers de L’Isle-Adam, pero sus críticas exhacerbadas lo alejaron de sus amigos y del mundo literario, siendo objeto de un total ostracismo. Sin embargo, su obra ha fascinado a muchos escritores, algunos cercanos a sus ideas como Georges Bernanos o Ernst Jünger, pero otros alejados como Franz Kafka, Jorge Luis Borges, Alfred Jarry o Roland Barthes.

En En las tinieblas (1917) Léon Bloy reflexiona sobre los enigmas de la humanidad. Con el telón de fondo de la I Guerra Mundial –para él castigo y anuncio del fin– y la metafora de la ceguera, analiza y hostiga un mundo que se desmorona.