La literatura no es importante para mí, no pienso en la fama, en cambio, me propongo cautivar a algunos lectores atentos y convertirlos en amigos personales, escribió Herman Hesse en 1903. La historia de esa amistad produjo a lo largo de la primera mitad del siglo XX algunas de las obras más importantes de la literatura alemana contemporánea. No sorprende que los jóvenes de todo el mundo continúen leyendo Demian (1919), Siddhartha (1922), El Lobo estepario (1927), Narciso y Goldmundo (1930) y El juego de abalorios (1943) con el mismo entusiasmo con que lo hacían sus primeros destinatarios en Berlín o en Zurich. Los riesgos que supone seguir el propio camino, el amor a la naturaleza, el pacifismo y la preocupación por las religiones orientales son algunos de los temas que insisten en sus textos; pero Hesse nunca adhirió a una doctrina determinada, ni pretendió convertirse en un maestro.