Años 1714-1724

En este cuarto y último volumen destacan la defensa heroica de los barceloneses, que culmina el 11 de septiembre de 1714, y la represión de los catalanes después de la derrota. De la primera sobresale el creciente dramatismo a medida que se intensifican los bombardeos, escasean las municiones y las provisiones de boca. La certeza de unos pocos ―de Villarroel, de Rafael Casanova o del propio Castellví― sobre la inutilidad de la defensa contrasta con la voluntad férrea de la mayoría de la población. Al defender fueros, privilegios y libertades, que sabían irremediablemente perdidos en caso de derrota, lo hacían con la conciencia de que a ello les obligaba un deber moral. Les movía también la convicción de ser el postrer baluarte de la libertad de los españoles.

La derrota va a llevar a una represión feroz y persistente: los principales jefes militares fueron reportados, Moragues fue ejecutado, los obispos nombrados por el Archiduque fueron desterrados, se confiscaron los bienes de los más destacados responsables de la defensa, el barrio de Ribera fue arrasado para construir en su lugar la Ciudadela; y, en fin, se promulgó el decreto de Nueva Planta de reforma de la Audiencia, se instituyó el catastro y fueron clausuradas todas las universidades y en su lugar se abrió la de Cervera; paralelamente, el vicario general de la diócesis de Barcelona, Baltasar de Bastero, expedía decreto de excomunión contra todos los que divulgasen voces contra la fidelidad debida a Felipe V y hacía reos de pecado mortal a quienes no le obedecieran, sirvieran y veneraran.

Los catalanes, se encerraron en una callada laboriosidad y siguieron esperando un cambio, un milagro que llevara al Archiduque a Madrid. Pero con la Paz de Viena (1725) la situación se hizo irreversible y el espíritu de resistencia, en Cataluña y en el exilio vienés, descrito con detalle por Castellví, fue languideciendo.