Prolongando o complementando la vieja función del cura en tanto que funcionario del sufrimiento, cuando la izquierda tradicional ha tomado la palabra, demasiadas veces ha sido sólo para reivindicar desde el resentimiento, y temiendo a la vez que dejase de haber injusticias pues quedaría desorientada sin saber qué hacer o qué decir. Por el contrario, lo mejor del pensamiento y la política de izquierdas se nutre de la afirmación previa de la existencia, sin necesidad de justificaciones teóricas, que genera una alegría que busca ser compartida, en tanto que fundamento último de la solidaridad. Se trata aquí, en definitiva, de desarrollar los principios de una ética y una política sin ilusiones (o fundamentos explicativos últimos de lo que hacemos y nos pasa), frente a la tradición nihilista que supedita la acción y el sentido de la vida, en definitiva, al control intelectual de la existencia.