En España existen más de 20.000 kilómetros de senderos señalizados. La inmensa mayoría de ellos recuperados y balizados por federaciones de montaña, clubes y asociaciones de gente sin más animo de lucro que el de impedir que desaparezca una parte fundamental de nuestra historia. Los antiguos caminos peatonales o carreteros son las arterias de la memoria colectiva, y si los perdemos, perderemos también el riego sanguíneo de nuestra propia historia. Pensar que los viejos senderos fueron tan sólo vías para el trasiego de gentes y mercancías es una simpleza. Fueron también el conducto por donde se transmitió nuestra tradición, nuestra lengua, el sentido de identidad de un territorio.