El valor de la obra de Karl Vossler en la evolución contemporánea de la lingüística ha sido revolucionario. Bajo el influjo de la Estética de Croce, arremetió desde sus primeras obras contra el positivismo de los neogramáticos, contra su concepción despersonalizada del lenguaje. Lo que en sustancia predicaba Vossler era un retorno al sentido espiritualista que tuvo la lingüística en sus orígenes.

Si el lenguaje es un acto del espíritu (enérgeia) y las formas fijadas no son más que el producto (ergon) de esa actividad, y si toda actividad concreta de espíritu lo es sin remedio de un espíritu individual, será necesario articular la ciencia entera del lenguaje en ese quicio del espíritu individual –observa Amado Alonso, en su prólogo a la traducción que él mismo y Raimundo Lida hicieron de esta obra de Vossler–; sólo partiendo de allí podrá la lingüística colectar y estudiar cuantos productos o formas comunalmente fijadas quiera. Y será en las obras de arte de la palabra, en la poesía precisamente, donde buscará el lingüista sus materiales de estudio; así redescubre por principio Vossler la identificación de filología y lingüística que negaba la concepción positivista del lenguaje.

Karl Vossler (1872-1949), profesor y rector de la Universidad de Munich, impulsó con sus métodos los estudios de estilística y realizó importantes estudios también sobre las literaturas romances.