La grave situación en el Ártico es de importancia vital, ya que sin su existencia como continente helado se rompería todo el ya frágil equilibrio planetario. Por un lado, tenemos el calentamiento global que está derritiendo los hielos, por otro, gracias a ello se están explotando recursos naturales que generarán un mayor incremento de la temperatura del planeta, en un círculo infernal, que incluye el posible incremento de la militarización de la zona y la ya iniciada lucha por conquistar nuevos espacios territoriales. Resguardar el Ártico es un imperativo moral y ecológico, puesto que su destrucción como ecosistema regulador del planeta evidencia la displicencia y la temeridad de quienes, para preservar sus propios intereses, no alcanzan a tomar responsabilidad sobre la perversión de sus actos. Lo que ocurre ya en el Ártico es el primer indicador, aunque no el único, de un problema global de primera magnitud: la amenaza del cambio climático y su relativa marginación en la agenda política de los asuntos globales, lo que no ayuda que se afronte con absoluta celeridad y determinación.