En La mujer zurda, Peter Handke profundiza en los entresijos de la ruptura de una pareja. Revela al lector, a través de hechos desnudos y de planos aislados, la angustia de la crisis de una mujer que no busca la huida a través del espacio sino en la inmersión en su propia intimidad y cotidianeidad, en la rutina de sus acciones y de su vivir.

Probablemente influido por sus aficiones cinematográficas, que de hecho le impulsaron a llevar este relato a la gran pantalla, Peter Handke renuncia en esta ocasión al papel tradicional del narrador omnisciente en favor del lenguaje universal de la imagen. Como el ojo de la cámara, va siguiendo los movimientos cotidianos de sus personajes, limitándose a transcribirlos puntualmente y evitando la tentación de intervenir con explicaciones, interpretaciones o alusiones a sus propósitos o motivaciones. Personaje-isla, rodeado de otros personajes-isla en absoluta imposibilidad de lograr cierta compenetración con los demás o alguna ayuda externa, la mujer del relato de Handke, como la de la canción que da título al mismo, vive "junto a" otros seres, pero es incapaz de comunicarse con ellos ni siquiera a través del lenguaje; porque el diálogo, cuando no supone un ataque a la intimidad del interlocutor, constituye sólo una sucesión de monólogos paralelos. Esa cotidianidad, ese entorno frío y ajeno traducido a imágenes esquemáticas, basta para transmitir la angustia d ela desoladora soledad de unos personajes igualmente esquemáticos, tipificados, que rara vez surgen del anonimato colectivizador de un sustantivo genérico, como es "la mujer" o "el editor", para adquirir un nombre propio, una historio o un pasado.