El Conde de Almir, protector de herejes cátaros y otros cismáticos, tras escapar del cerco impuesto a su castro por la hueste católica de Simón de Monfort, y después de atravesar con sus fieles los Pirineos y los reinos hispanos de Aragón y Castilla, siempre perseguido de cerca por un grupo de cruzados francos, los de la Casa de Flambó, más otros cazadores de herejes y buscadores de tesoros que han ido surgiendo por el camino, se ha refugiado en un destartalado castillo sito en la frontera entre Castilla y Al-Andalux. Allí, aliado con sus antiguos perseguidores francos, a esas alturas también fuera de la ley, y un grupo de andalusíes, procede a reparar la fortaleza enclavada en tierra de nadie para reinstaurar su antiguo señorío, bautizado como Nuevo Almir. La presente aventura comienza cuando los nuevos cazadores, también ya coaligados entre ellos y conformando una potente mesnada, se presentan a las puertas de su castillo con la intención de detenerlo, arrebatarle los tesoros de los cátaros por él custodiados, el material y el espiritual, y ejecutarlo junto a todos los allí refugiados. Lógicamente la resi