El siglo xix fue el momento culmen de la expansión de los países occidentales. China, India, Japón, el Sudeste asiático y los puertos más destacados en las rutas de comercio y comunicación se convirtieron en deseados enclaves donde establecer representantes diplomáticos, a fin de aumentar la capacidad de penetración e influencia sobre territorios cada vez más ambicionados y de defender los intereses de sus países y de sus nacionales en el área. En ese contexto, este libro estudia, en clave comparada, el establecimiento de cónsules extranjeros en Filipinas por parte de Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Alemania, Bélgica, Portugal y otros poderes. A partir de documentación inédita de archivos de diferentes países, distintos autores analizan las razones para el establecimiento de consulados, definen los objetivos y funciones de los cónsules extranjeros en Filipinas, y subrayan las singularidades de operar en un espacio bajo administración colonial, en un momento apasionante de la historia global.