DOS NOVEDADES SORPRENDENTES

La primera es que este volumen presenta el conjunto inédito de los textos autobiográficos del curso que Ana María Moix dictó en la Universidad Menéndez Pelayo en 2012 en los que expuso cómo se veía como escritora, aquello que había «detrás del telón»; y lo hizo mediante su peculiar, festiva y entretenidÍsima manera en la que se retrataba a sí misma. Moix suele partir de preguntas o escenas para hilar las crónicas.

«¿Cómo nací, por qué me pusieron en un cajón de una gran cómoda?: «El cajón de la cómoda estaba abierto y alguien me depositó en su interior». Así describe el nacimiento en la pobreza de la Barcelona más gris de la posguerra, así la vida familiar, entre sórdida, cruel y curiosísima; así se adentra en las primeras amistades y su relación con los que fuesen los dos muchachos más importantes de su primera juventud. Le enseñaron a poseer gustos literarios y rebelarse contra ellos su hermano Terenci y Pere Gimferrer: «Al primero que conocí fue al antes llamado Pedro Gimferrer, ahora Pere. Fue en el año 1964. Mi tía abrió y llamó asustada a mi madre diciendo que un joven de apariencia sospechosa preguntaba por mi hermano».

Después describe cómo se amplió ese mundo, cómo descubrieron esos jóvenes a los exiliados, como Rosa Chacel. Entonces viene el relato de las búsquedas de los grandes maestros y maestras. Y más tarde, en "La vida social" se muestra el aprendizaje de un oficio: el de cronista de la vida literaria barcelonesa. Para ese oficio Moix inventó un estilo telegráfico, brillante, irónico, que no ha sido superado.

Lo que volcó en el curso de Santander no fue sólo una reflexión sobre su modo de vivir la literatura sino sobre los estilos con que la había practicado. Puede decirse que en 2012, un año y medio antes de su temprana muerte, era consciente de la originalidad de ese tono que le era propio. La segunda novedad, no menos importante, es que aquí se presentan otros textos inéditos. Se recoge una selección, traducida al castellano, de las extraordinarias crónicas sobre fútbol que Ana María Moix leía en catalán en Catalunya Ràdio y en las que, hace veinte años, empezó a preguntarse también sobre la poca importancia de las mujeres en el deporte: ¿por qué no se les hacía caso?

Una muestra de esta profética mirada: El 30 de enero de 2005 escribe: «La mexicana Maribel Domínguez, que llega al Barça, no ha podido empezar mejor en su equipo: tres goles en su primer partido, el domingo pasado, y un gol en el partido de hoy. Pero ¿alguien le habrá dicho que, aquí, el fútbol femenino tiene una repercusión escasa, por no decir nula?».

Pero el fútbol -como juego de estrategia y percepción- no era sólo un capricho para crónicas radiofónicas sino un motivo de seria reflexión. Hablando de la obra de Ana María Matute, a quien Moix ve tocada, desde niña, por un don, característico de la precocidad de los grandes artistas, no duda en detenerse en la descripción de un gol hecho por Messi niño en un video casero, en lugar de compararla con algún músico o matemático. Y lo hace describiendo la danza de Messi en el campito de Rosario. No es la menor de las magníficas sorpresas que depara la inteligencia de Moix.DOS FRAGMENTOS 1971. De su educación literaria

Un día, la revista Destino publicó aquel que era mi primer relato. El mismo día que apareció la revista, después de comer, Pedro se presentó en casa, hizo cerrar las puertas del comedor porque según él una puerta abierta traía mala suerte, expulsó a los gatos y, en lugar de decirme hola y empezar a hablar de cine, dijo a mi hermano, en lugar de decírmelo a mí: «Tu hermana escribe, ¿verdad? Sí, hoy le han publicado un cuento». «Ya lo he leído, está bien, pero le falta una coma». Sacó la revista del interior de una enorme cartera y señaló el lugar donde faltaba la coma. Luego dijo: «Yo escribo poemas; Vicente Aleixandre me aconseja que los publique pero no sé qué hacer, dile a tu hermana que los lea...». 2005. De las crónicas inéditas de fútbol

Sería fantástico que el éxito de Marigol, tal como llaman a Maribel Domínguez, llevara a las consejeras y a las mujeres de los primeros cargos institucionales a los campos de fútbol. De ese modo, quizás las mujeres, que hoy en día se confiesan partidarias del amor libre, el aborto, la independencia económica, la igualdad de derechos, etc, no escondieran su inclinación por el fútbol. Porque la verdad es que lo hacen.