El objetivo de este vocabulario es hacer aparecer algunos métodos que la filosofía pueda describir y poner en práctica: enseñar o volver a enseñar el gusto de leer libremente. Leer a los filósofos, sin duda, o a aquellos que, por lo menos, se definieron o fueron designados como tales -sin que se haya intentado verificar sus títulos muy de cerca-; leer de Lacan, ciertamente los Escritos, pero también el Seminario, que es un extraordinario crisol donde la copiosa cultura de los años cincuenta y sesenta se reflexiona y se trabaja rigurosamente, como, en su tiempo y en modos diferentes, habían podido serio la Fenomenología del Espíritu y El mundo como voluntad y representación. La increíble flexibilidad metódica de Lacan, reforzada por el implacable pasaje por el tamiz de todas las ideas ensayadas, su facilidad para recibir y forjar lo que le resulta útil, tanto como la de abandonar lo que durante un tiempo había podido parecer lo más apropiado, constituyen un modelo para cualquier filósofo, vale decir, para cualquier individuo apasionado por la verdad.

Así, mi deseo, al escribir este pequeño léxico, y aunque no pueda ser completo, fue hacer, con cada una de sus entradas, el punto de partida, para cada uno, de búsquedas muy libres.