El recuerdo de Juan María de Araluce Villar cayó sepultado en el olvido, pese a que fue quien logró desanudar el centralismo franquista, aún en vida del dictador. Tradicionalista, fue el artífice de la restitución del Concierto Económico, al entender los fueros como algo consustancial a la Monarquía restaurada tras la muerte de Franco. Miembro del decisivo Consejo del Reino, aspiraba a dotar a su tierra natal, Vizcaya, y de adopción, Guipúzcoa, de unas autonomías, insertas en el seno español, por lo que toda su actuación política estuvo orientada a recuperar algo que cuando era niño era usual y que pervivió incluso bajo el franquismo, pese a los efectos negativos de tal régimen: el sentimiento proespañol de muchos de los vascos. Por eso fue asesinado en 1976 por una ETA no solo frontalmente opuesta a ello, sino también al mero hecho de que aún se mantuviera el recuerdo de algo que su totalitarismo no estaba dispuesto a admitir. Quien fuera presidente de la Diputación de Guipúzcoa, fue un hombre esencialmente religioso.